LA BATALLA PERDIDA.
Siento mi cuerpo hundido, y destrozado de dolor por la
batalla perdida. Batalla que sin luchar he perdido, sin enfrentarme a enemigo
cualquiera, he sido derrotado. Tomando las palabras, como dagas clavadas en mi corazón, el
juez dictaminó sentencia. Quedo entre
nieves, cercado de lobos hambrientos, que abren sus fauces ante mí enseñando
sus colmillos y derramando sus babas, sabiéndose de presa pronta. Recluido en
mis aposentos y dando tranquilidad a mi corcel, recojo mis instrumentos de
batalla. Los guardo en el arcon de las batallas perdidas, doblo tranquilamente
las ropas y envaino mis espadas, que para tal fin tenia preparados.
Quedo encerrado en mis aposentos, hasta el día de la firma
de mi derrota. Ese día, rendiré mi escudo y mi espada al triunvirato que me
doblego, sin poder defender mi causa. Entregare la vida de mi simiente, la que
alas me daba, y en corcel de alas de plata, con el estío llegare a dar la
batalla por zanjada. Sangre de mi sangre, siempre por mi amada, volverán nuevas
batallas. Batallas que lucharé sin que me doblegue nada, lastima que hoy, si de
por perdida la batalla.
No pierdas esperanza tú, semilla de mi venganza, que tras
este retiro, empuñare mi lanza. Buscare corazones limpios, para darles caza, y
traerlos a mi lado para afrontar la batalla.
Cercano esta el estío, y allí
llegara mi venganza, llenando de besos y abrazos esa fria casa.
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