jueves, 16 de febrero de 2012




LA BATALLA PERDIDA.



         Siento mi cuerpo hundido, y destrozado de dolor por la batalla perdida. Batalla que sin luchar he perdido, sin enfrentarme a enemigo cualquiera, he sido derrotado. Tomando las palabras, como dagas clavadas en mi corazón, el juez  dictaminó sentencia. Quedo entre nieves, cercado de lobos hambrientos, que abren sus fauces ante mí enseñando sus colmillos y derramando sus babas, sabiéndose de presa pronta. Recluido en mis aposentos y dando tranquilidad a mi corcel, recojo mis instrumentos de batalla. Los guardo en el arcon de las batallas perdidas, doblo tranquilamente las ropas y envaino mis espadas, que para tal fin tenia preparados.

         Quedo encerrado en mis aposentos, hasta el día de la firma de mi derrota. Ese día, rendiré mi escudo y mi espada al triunvirato que me doblego, sin poder defender mi causa. Entregare la vida de mi simiente, la que alas me daba, y en corcel de alas de plata, con el estío llegare a dar la batalla por zanjada. Sangre de mi sangre, siempre por mi amada, volverán nuevas batallas. Batallas que lucharé sin que me doblegue nada, lastima que hoy, si de por perdida la batalla.

          Tiempos venideros me avisan, que mi dolorido corazón, retomara su lanza. Luchare entonces desde la lejanía, por tan grande esperanza. Previa esta la firma, de la perdida de esta batalla, al igual que queda lejana la honra de mi esperanza. Hablad mal de mi lenguas de punta afilada, hablad, reír, burlaros…

         No pierdas esperanza tú, semilla de mi venganza, que tras este retiro, empuñare mi lanza. Buscare corazones limpios, para darles caza, y traerlos a mi lado para afrontar la batalla.

Cercano esta el estío, y allí llegara mi venganza, llenando de besos y abrazos esa fria casa.


        

No hay comentarios:

Publicar un comentario