Deje de un
lado los miedos, para dedicarme a tus deseos, y tocado por el Dios Tyr, tome el
valor suficiente para en esa noche cumplir tus deseos.
Tus labios
estaban hambrientos y necesitados, deseosos de deseos incumplidos. Tu cabello
cayó sobre mi vientre, tus manos sobre mi cuerpo. Mis apetitos crecían por
segundos, tu caricias calmaban mis codicias, me encendías cuan volcán que yo intentaba
sofocar, para no erupcionar súbitamente.
Fueron tus caricias mil, tus besos millones,
tus deseos crecían y mi cuerpo se dejaba hacer por tu capricho. La noche trajo
una entrega que por ser distinta, me lleno de múltiples éxtasis en uno mismo. Rozamos
nuestros cuerpos desnudos sin más testigo que los lentos copos de nieve que caían
tras el cristal en la fria noche.
Clavaste
en mí tu flecha de deseo, me distes a mí, tu dulce miel a probar. Me hipnotizaste,
cuan hechicera experta y yo me deje hacer, para de tu cuerpo la esencia tomar.
Tu espalda contra mi pecho, mis labios sobre tu cuello, mis manos acariciando
tu cuerpo… Cuan magnifica entrega, de deseos llena. Cuan deseo saciado en la
noche plena.
Dejo atrás
lo que los Árabes llamaron, el negro río de Lobos, para vivir la alegría de mi
vida, siendo ahora Laureado, del Latín “Laurus”, como los antiguos Griegos dirían.
No hay comentarios:
Publicar un comentario