Estaba
comenzando a amanecer aquel día. Entre nubes grises y grandes claros en el
cielo. Mis ojos vieron donde poder hacer una foto para el recuerdo y pare mi
camino, para poder sacar esa instantánea. Entre las torres de las dos carpas,
había una estructura metálica donde colgaba el nombre del circo, el sol estaba
tras el cartel en el horizonte y busque el encuadre para poder sacar ese
memento.
Andaba
mirando como hacerla, casi hablaba a solas y sin darme cuenta, apareciste de la
nada, con tu cara pintada de payasa, con una exquisita voz que me dijo – ciao, Ciao, buongiorno, come stai? – Y casi nervioso y casi sin saber responder, en un Italo-Español, conteste que bien, que andaba haciendo
una foto y que perdonara por colarme sin permiso, que me marchaba rápido.
Ella me dijo que no pasaba nada, que podía estar
allí cuanto tiempo necesitase y que si quería me podría enseñar algo más del
circo.
Su rostro pintado me confundía en esa mañana,
paseamos por el circo, hicimos fotos, hablamos y medio nos entendíamos, y después
me pidió que la acompañara a desmaquillarse, y que tomáramos un café.
Mire absorto como se quitaba el maquillaje, como
metódicamente, su cara quedaba al descubierto, sin pinturas y como sus ojos aun
después de desmaquillarse seguían teniendo esa profundidad que me cautivaron,
una mezcla de tristeza, emoción, y brillo de vivacidad.
Tomamos ese café, hablamos, bromeamos y después quise
despedirme para no incordiar más en la vida de tan amable persona. Pero el
destino me tenía guardada otra sorpresa mayor en aquel día. Ella me dijo que
donde iría, que era su día libre y que necesitaba salir del circo y desconectar
por unas horas. Casi no supe contestar, pero ella se adelanto diciéndome que si
comíamos algo junto al lago, que tenía ganas de visitarlo y de pasear. Así lo
hicimos, después de tomar juntos un tranvía, dimos la vuelta por la ciudad de
Zurich, recorrimos en aquella mañana todos los lugares montados de tram en
tram, hasta llegar a las orillas del lago, donde bajamos para comer un hot-dog
y una cerveza, que envueltas en un papel, y lata en mano llevamos a la orilla
del lago, por donde caminamos por varias horas, disfrutando del sol que acababa
de salir tras las nubes y que nos acompañó el resto de la jornada.
Caminamos por QuaiBrucke, paseamos por UtoQuai, a
orillas del lago y poco a poco nos conocimos, casi sin quererlo. Hablamos por
horas, paseamos, nos reímos, nos contamos penas y alegrías y disfrutamos de una
tarde maravillosa.
Cuando el sol caía por el mirador de Uetliberg, nos miramos como niños de 15 años
y en sus ojos pude ver un rayo de felicidad, parecían haber cambiado de la
mañana a la tarde.
Ella me pidió que la acompañase a cenar, a lo que
no pude negarme, de todas maneras el día siguiente no tenia que trabajar y daría
igual dormir unas horas menos. Y que le
diera unos minutos para cambiarse de ropas. Regresamos al recinto del circo,
sin dejar de hablar, sin dejar de reír y sobre todo, sin dejar que nadie
entrase en aquel círculo dorado que habíamos creado en solo 10 horas juntos.
Espere mas de 45 minutos junto al coche, hasta
que ella apareció con un pantalón baquero, una camisa blanca que dejaba
entrever su ropa interior, y una rebeca de color crema preciosa. Estaba magnifica,
su cara casi sin maquillaje, sus manos delicadas y sus pendientes mezcla de coquetería
árabe, mezclados con colores diversos. Quizás en ese momento, debería de haber
hecho otra cosa, pero solo se me ocurrió, apagar el cigarro que había entre mis
dedos, dejándolo caer al suelo, pisándolo
con la puntera de mis zapatillas y abrirle la puerta, absorto por su belleza, a
lo cual ella me sonrió y yo le dije lo hermosa que estaba. Quizás fuera el
destino, quizás la providencia, o quizás estuviese premeditado, porque se
acerco a nosotros un hombrecillo de poco mas de 1,20 mt. y le entrego una rosa
amarilla, diciéndole con su minúscula voz varias cosas en francés que casi no
pude entender por el susurro de sus voces. Después corrió rápido delante del
coche, alzando su mano como queriendo inmovilizar mis movimientos y se acerco a
mi ventanilla.
Me miro fijo a los ojos, pude observar en su
rostro una mirada de paternidad, de protección, de desafió, y me dijo en
Italiano -questa donna è la migliore rosa nel mio giardino. Cercare
di non portarla in rovina.- cosa que
casi comprendí por instinto, mas que por conocimiento del idioma.
Fuimos a mi apartamento, ella decidió esperar
paseando por los alrededores, por entre los árboles, por aquel sendero de que
durante el día yo le había hablado. Me duche a la carrera, me puse mi mejor
camisa, mi pantalón de pinzas y perfume levemente mi cuello. Baje apresurado y
en el cristal del coche había una nota, “recógeme en el sendero, donde los árboles
que me contaste ocultan el banco de tus llantos”. Me encamine hacia el lugar,
donde desde lejos observe su rostro de perfil, ella se giro y me sonrió y con
sus dedos seco una lagrima de sus mejillas. Me senté, y al mismo tiempo ella se
puso de pié, y me invito a irnos, pero sujete su mano y ella me miro, como por
arte de magia y sin mediar palabra se sentó y me dijo en voz suave, “ahora
vamos a cenar”, nos pusimos de pie los dos y caminamos hasta el coche, sin
mediar palabra.
Quise entablar conversación mientras conducía,
pero ella me sello mis labios con sus dedos y moviendo su cabeza. No hubo más
palabras hasta llegar al parking del restaurante donde ella había programado el
GPS.
La cena fue magnifica, una ensalada magnifica,
unos espaguetis con salsa boloñesa, un vino Italiano y para colmo, a la llegada
del postre, un helado de tiramisu, nos llego un violinista tocando. La luz de
las velas de la mesa, la presencia de solo 4 comensales mas en el recinto, la
camarera tan atenta, y su miraqda fija en mí, me hicieron creer que vivía un
cuento, mas que una cena.
Pedí la cuenta, pero la camarera me entrego una
nota donde ponía que los señores de la mesa estaban invitados por la casa. La mire
y ella me sonrió diciéndome en italiano -signori, buonasera- nos marchamos dejando una buena propina y dandole las gracias.
Ella me pidió regresar al
mismo lugar donde estaba sentada, al banco de la orilla del rió, y sin dudarlo
puse rumbo a aquel lugar. Aparque el coche y ella me tomo ventaja mientras yo
cerraba el auto. La seguí unos pasos atrás, casi sin querré alcanzarla y
pensando en como acabaría la noche. La luna es testigo de cuanto digo.
Una vez sentados en el
banco, ella me pidió que callara, que cerrara los ojos y que me relajara. No sabia
que pasaría, la mire y me asintió con la cabeza. Me hablo en Italiano palabras
que aun hoy resuenan en mi mente. Después me pidió que no abriera los ojos y
que por favor, no dijese nada. Y asentí con la cabeza.
Su voz entono una hermosa melodía,
una canción que he hecho el himno de mi vida, una canción que canto cada vez
que me siento triste, cada vez que desfallezco y cada vez que me encuentro
feliz.
La luna vuelve a ser
testigo, de como mi bello se erizo, de como me estremecí y de como pensé en
besarla, pero no quería interrumpir tan hermosa melodía, mas por terminar de
escucharla que por no romper la promesa.
Después de terminar me
quede con los ojos cerrados por mas de un minuto, hasta que sentí sus labios
rozando los míos.
La noche nos embrujo, la
luna casi llena nos cautivo, y nuestras ganas de terminar de vivir lo
comenzado, nos hizo dejar sueltas nuestras riendas.
Más de una hora paso, entre
sus palabras dulces en Italiano, entre besos caricias y cuerpos desnudos y después
nos retiramos no sin antes anotar ella en el GPS, la dirección donde tenía mi
destino.
Llegamos, ella hablo con
una señorita muy agradable, casi pille la conversación, después le entrego unas
llaves y nos dirigimos a la 5 planta. Besos a mil miradas de complicidad, pero
ni media palabra por parte de ninguno de los dos mientras el ascensor nos
elevaba al 5 cielo.
Cama grande y esponjosa,
miradas sin luz, salvo la que entraba por el ventanal, champaña dentro y fuera
de las copas, piel con piel, labios contra labios, caricias, susurros y mas de
un bocado en las orejas. Éxtasis total y el reloj seguía caminando hacia el
amanecer. Cada hora nos avisaba de que nos quedaba menos tiempo, cada vez que
avisaba, nos poníamos más tiernos, hasta llegar a caer exhaustos.
Aun recuerdo su cuerpo al
trasluz de la luna, junto a la cristalera mirando al lago. Desnuda, solo una
copa de champan en una mano y un cigarro en la otra. La mire por más de cinco
minutos sin intermediar palabra y después me quede dormido.
Las claras del nuevo día me
desvelaron sobre una cama vacía. La ducha estaba derrochando agua a doquier y
una cancioncilla sonaba en el tarareo de una exquisita voz.
Nos duchamos juntos, nos
besamos y después desayunamos. Me pidió que la llevara a donde la conocí y sin
dudarlo la lleve. Antes de bajar del coche, me entrego un sobre y me pidió que
lo leyera en casa. Me beso en los labios y me dijo que hasta la noche.
En la soledad del banco
donde la noche anterior había vivido mi más magnifica experiencia hasta ese día
ley lo que el sobre contenía.
El día paso como por arte
de magia y en la noche, asistí donde tenía que asistir. Primera fila, Gran espectáculo,
exquisita noche y el hombrecillo de poco más de 1,20 mt. se me acerco al
terminar la actuación, donde me dio las gracias por devolver mas hermosa la
rosa y me entrego un sobre. Nunca mas la he vuelto a ver. Nunca mas hemos
interferido ninguno en la vida del otro, aunque cada comienzo de mes, el teléfono
suena.
Escuchadla por favor.
Me ha encantado el relato.A mí también me ha recordado a otra escena preciosa de la película "Im Juli". Aquí está: http://www.youtube.com/watch?v=74NDoSa8Imw
ResponderEliminarGracias Amigo, pero lejos de cualquier pelicula, es la realidad de un fin de semana precioso y despues de una visita a mi tierra muy dolorosa. GRACIAS
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