martes, 2 de abril de 2013


Ella comentó:

en persona de debes ser la ostia

Él escribió:

Quien sabe si el destino, nos deje vernos de nuevo y tomar una copa

Ella contestó que ojalá, después le pregunto por la hora de su nacimiento y se dieron las buenas noches.

 

Él apago la luz de su dormitorio, miró por la cristalera del balcón y vio el cielo despejado, las estrellas en el firmamento y comenzó a recordar…

 

Hace mucho tiempo de esto que voy a contar, por aquel entonces, no había teléfonos móviles, internet y mucho menos wasap, hace mucho tiempo, mucho tiempo ya.

Una calle empedrada, juegos de niños y niñas, de combas, peonzas, canicas y más, hace tanto tiempo que casi no llego a recordar, el mes y el año de lo que deseo contar.

 


 

 

Éramos niños aun, tus hermanos, mis hermanos, los vecinos, tú y yo. Jugábamos en un mundo sin maldad, lleno de felices momentos, de atardeceres de lluvia en invierno y de reuniones de vecinos en las calles  las calurosas noches del estío.

Recuerdo tu larga melena, las bromas de nuestras madres cuando te querían casar conmigo, mientras jugábamos en la calle como cosa de chiquillos.

Aun recuerdo la higuera aquella en la que tantas veces he subido a recolectar sus frutos y llevártelos de mis manos. Aquella higuera que había en el corral tras tu casa y la mía.


 

Cuantas y cuantas veces, te bañaste en la piscinilla que en el patio de casa hay, con aquel bikini azul, y larga melena siempre te recordare. Jugábamos en el agua, jugábamos como niños, reíamos y éramos felices, sin saber de nosotros que haría el destino. Muchas fueron las veces que recorrimos la calle, que jugamos a la pelota, que hasta muy tarde jugamos y siempre tan cabezota. Tú la llevas, yo la quedo, corríamos todos los críos sobre aquel empedrado suelo.

El destino nos separó, deje de ser ya tan niño, cuando fuiste más mujer y ya no jugabas conmigo. En aquel atardecer,  de gris el cielo teñido,  regrese de la sierra donde de montería había ido, aun recuerdo el billete que metí en mi bolsillo, eran quinientas pesetas las que llevaba ese hombre-niño. Quería invitarte a tomar algo, pero llegue tarde, tu ya te habías ido, aun guardo ese billete, entre paginas de un libro.



 

El tiempo fue pasando lento, ya no jugabas en la calle con los niños,  pues tenías otros amigos.  Muchas fueron las veces que a la higuera subí, mas nunca más estuviste para sus frutos recibir. Los días pasaban, cada uno por distinto camino, algunas veces te miraba mientras estabas con nuevos amigos, pero tú nunca miraste la cara de este niño. Así lo quiso el destino y a otro lugar te marchaste a vivir, pienso que antes de marcharte ya te habías olvidado de mí.

El destino nos ha llevado, a que de nuevo tengamos contacto, un amigo mutuo me dijo de ti y casualidades de la vida, yo conozco a alguien que también vivía allí.

Las nuevas tecnologías, cosa de estos días, tu rostro me ha devuelto, en las fotos de wasap, por supuesto.

No pude remediar llenar mis ojos de lagrimas al recordar tantas y tantas cosas que juntos vividos, la infancia sin maldad de cuando éramos niños, aquellos años felices que juntos todos vivimos. Hoy ya no queda la Higuera, de la que sus frutos comimos, pero queda mi jardincillo, con su jazmín a la entrada y la dama de noche al final del pasillo, ese pasillo que hasta la alberca nos llevaba siendo niños.

Hace tanto tiempo ya… que dejamos de ser niños…
Hoy no eres Fina, ni tampoco yo soy Seba, hoy somos dos destinos que la vida lleva.
 


 


 

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